La historia del ratón Speedy. Parte III.


Tras acostar a los niños y sentarnos un rato en el sofá...
De repente ví algo que corría como un fórmula 1 por el suelo del salón. Yo empecé a gritar bajito (para no despertar a los niños, claro) y el valiente hombre de la casa corrió a cerrar las puertas del salón para que aquella cosita tan rápida no se escapase.
Como íbamos a ver una peli, teníamos unas palomitas y se nos ocurrió poner una cerca del susodicho ferrari, él cual se fue hacia ella como si llevara varios días sin comer. Pobre Speedy. Estaba hambriento. Al fin había aparecido!!

Ay madre! Que follón!! Ahora teníamos 2 Speedy!!
Bueno, para diferenciarles, al escapista le llamamos Houdini y el nuevo se quedó con Speedy.

Lo llevamos a su casita y la verdad es que hicieron muy buenas migas. Como era una casa bastante grande no tenían problemas de espacio. Cada uno campaba a sus anchas. Subían. Bajaban. Se turnaban la rueda de ejercicio. Se hicieron inseparables. Lo compartían todo.


Es una suerte encontrar compañeros de piso tan majos, imaginaros que hubiera pasado si se hubieran caído mal.

Se hubieran pasado el día discutiendo, que si esa zanahoria es mía, que si dame ese trozo de pepino que hoy me toca a mi, que si bájate de la rueda que es mi turno, ... en fin, que tuvimos suerte y todo fue genial.


Pero de repente, un día, la cosa empezó a cambiar. Notamos un comportamiento extraño.

Continuará...

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